Dejo tendido el día de mañana como a un mantel sin comensales: Juego fresco de sábana sobre la mesa, mortaja del mediodía.
Recuerdo que, alguna vez, alcé la copa y brindé por él.
Después… después me enredé en la sombra de otra página; puse el poema entre líneas, encendí el candil del sobresalto y me bebí la copa en medio del entierro.
Te saludo, tiempo que ha pasado, puerto al que nunca llegué, barco fantasma. En tu nombre tantas veces abandoné mi nombre, que te debo una ausencia.