lunes, 27 de septiembre de 2010

El movimiento interior de las palabras

 No tengo nada que decir. Apenas necesito dejarme caer en las palabras; recostarme en el borde blando de la línea y desmadejar el hilo de tinta que se empeña en decir cosas, a veces.
Me descansa sostenerme en el vértigo fantástico de la próxima palabra, apoyando el dedo en el espacio en blanco, manteniendo el aliento dentro del cántaro .
También suelo jugar a que las palabras se escapan solas, ajenas un mi mano, y que el próximo punto será el final del tiempo. Cuando aparece alli y yo la sobrevivo, desafío a la pagina que viene, esa que no será escrita por mi sino por la que seré cuando aparezcan las letras marcadas en otra piel de papel. Alli me quedo siempre, como en un loco juego, dibujando palabras de como si fueran de otro.
 Digo ahora, digo siempre, y me tira los dedos una memoria larga, me golpea en el hombro, no deja que me aleje demasiado. Dice ayer, dice nunca. Dice cosas tan grandes que no puedo vencerlas, no puedo  resistirme a ponerles mi cara y mis zapatos.
Es entonces cuando callo. Las dejo que intervengan por si mismas , que sean palabras sin mi.
Casi siempre repito lo que me dicen cuando no las oigo, pero entonces se que son ellas mismas. No es mi boca ni mi voz quien las mueve. Son ellas las que me acosan para que siga diciendo lo que ellas quieren que diga. Y yo no me resisto. Nunca me resisto cuando llegan. A veces .

Para Jessica, la nena que perdió a su gato


Hoy tengo a mi gato a mano, trepado en la ventana, recostado en el dintel, entre macetas. Es blanco como una página cuando no me viene ninguna palabra,es blando como una sábana, arisco y caliente como el sol del verano .
Es mi gato. Pero a veces se escapa por el barrio, va saludando a todos los felpudos, busca alguna ventana clandestina en donde seguramente también habrá macetas y, sin ninguna razón que yo conozca, me deja desgatada por un tiempo, con la leche esperándolo en la taza y la caricia sola .
Se va y tarda en regresar. Pero regresa. Una mañana cualquiera, la carita de tigre enharinada se asoma de nuevo entre los vidrios; me llama y me promete que nunca mas y todas esas cosas cosas que prometen los  gatos y  por un  tiempo se queda enredado entre mis piernas o despanzurrando los canteros patio.Pero yo sé que algún día partirá de nuevo -eterno caminante-. Saldrá a inaugurar otra terraza o a  maullarle a la luna de otro lado. Por que mi gato, al igual que el tuyo y el resto de los gatos de vez en cuando parten, inexplicablemente parten, sabiendo de antemano -con esa sabiduría propia de los gatos- que nos quedaremos esperándolos. Hasta que vuelvan.

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