jueves, 30 de septiembre de 2010

Del aleteo de las mariposas




No se desespere si siente que su vida ha caído en una total mediocridad.
Los seres humanos necesitamos estímulos permanentes para encontrar razones, aún en la sinrazón, para seguir esperanzadamente hacia adelante.
 El siglo XXI no parece traer en su equipaje más que motivos para el desánimo y la claudicación. La sociedad, mientras tanto, exige una total capacitación, una renovada destreza para la competencia y, en su voracidad mediática, una permanente juventud. Sin embargo, la mayoría de los mortales de más de treinta y pico, nos conformaríamos con volver a sentir el aleteo en nuestro pecho, aquella sensación de arrobamiento que no nos abandonaba en la adolescencia y que podría describirse como el revuelo de una bandada de mariposas encerrada entre las costillas.
Mientras la cirugía propone soluciones milagrosas, inaccesibles para el salario promedio, la cocina alquímica nos acerca su sabiduría ancestral y nos pone mariposas al alcance del estómago.




Un guiso de mariposas.

  
Organice un viaje relámpago a las selvas de Brasil en época de apareamiento de mariposas.
Recolecte cautelosamente 10 ejemplares de Parides eurímedes y resguárdelas en un habitáculo templado a 23°C.
Redoble los esfuerzos para hallar por lo menos 4 ejemplares de Dynastor napoleón, que como tiene la cara superior de sus alas  parecida a una hoja seca y vuela sólo al atardecer, seguramente estará bien camuflada cuando se pose a descansar sobre el follaje.
Si no lo logra, vuelva a intentarlo. No se dé por vencido.
Una vez obtenidos los ejemplares, introdúzcalos en el mismo recipiente en el que permanecen las Parides eurimedes.

Estas mariposas se alimentan de insectos microscópicos que, en general, anidan en comunidades debajo de las hojas secas de los bosques tropicales.               
Recolecte una buena cantidad de estos residuos orgánicos y consérvelos a temperatura ambiente. Este será el alimento que le suministrará a las mariposas para que mantengan sus condiciones naturales de vida. 

Regrese a su cocina en el primer avión donde encuentre plaza disponible.
Coloque el habitáculo de las mariposas cerca de una ventana y obsérvelas crecer durante una semana. Pasado ese lapso, estarán dispuestas a desovar.

Coloque una cacerola con aceite de mangos verdes y rehogue en él un puñado de cebollas de
verdeo.
Retire del fuego y deje entibiar la preparación mientras saca una a una las Dynastor napoleón y las coloca cuidadosamente dentro de la olla. 
Coloque luego en la cacerola los ejemplares de Parides eurímedes.   
Salpimiente a gusto.
No tape la cacerola.
La importancia de esta preparación es que las mariposas se mantengan vivas y desoven sobre la fritura.
Si intentan volar, CONVENZALAS.

Carta a una amiga poeta.

 


 Marion: 

   Cuánta bruta impiedad! Cada palabra llega como el filo oxidado del  vidrio de una ventana que da a ninguna parte. Tal vez, acaso, digo, me llega como una catarata de adioses, de penumbras regodeándose en lo único de mi luz. Duele escuchar ese latido, ese jadeo sanguinolento; y el espacio en blanco dejando sólo mi palabra para mí.
   Abrí el libro como otras veces. Pero no era otras veces. No era yo otras veces ni nunca tu poesía había sido otra vez. Se sacudió mi oasis. Mi desvoz se llenó de reproches. Me dolió tu ternura y tus perros como duelen las cosas inconfesables; dolió el amor, la soledad, la infancia. Duelo yo, porque encendida como una palabra sé que estoy haciendo un silencio que huele a crisantemo blanco, a morirme y no. Y entonces, pido gancho, sé, supe, sabía, que en alguna ternura cabría el regreso a la emoción del poema, envuelto en papelitos, como los caramelos.

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