miércoles, 14 de febrero de 2024

 

                                                              La despedida del Laurel

                                                                                                                   En memoria de Marco Denevi

      

   Yo, laurel de ese jardín que te rozó la frente cuando niño y disciplinó tus rebeldías de café con leche; yo, crecido entre los helechos y las begonias, dejándome estar como un chico sin permiso, entretenido en reinar entre la sombra y las ciruelas, llego hasta tu almohada para traerte el aroma de mis dedos verdes y acariciarte el reposo.

   Sé que jamás habrá un día en donde no seamos cómplices, como en los tiempos en que el horizonte era una pregunta, y la noche, apenas una luna que se quedaba afuera de mi copa, ese tiempo de mañanas largas donde nos acariciábamos en silencio, vos y yo, haciéndonos promesas; y mientras tus dedos recorrían la corteza rugosa de mi cuerpo de árbol, yo me entretenía en enredarme en el perfume fresco de tu pelo.

   Hubieron días, sin embargo, en que permanecimos lejos. Fueron aquellas ceremonias de noches en que intentabas encontrarme en alguna otra vereda, y fue esa tozuda manera de quedarme quieto en mi única tierra, las que hicieron crecer la soledad y entretejer ese recuerdo pegado a la nostalgia que nos acostumbró a no tenernos, a quedarnos detenidos en ese otro tiempo que sólo se guarda en los álbumes de fotos amarillas.

   ¿Cómo fue que no tuvimos en cuenta que un Hombre va mucho más allá de sus pasos y que un árbol ocupa también el territorio de los pájaros?

   Por eso es que regreso a encontrarnos en esa esquina en donde el viento me arrebató el perfume y se lo llevó en los hombros, cargándolo como a un niño pequeño, o en aquella estación donde te detuviste a mirar viajeros. Regreso a encontrarnos, ahora que los dos sabemos que nuestro paisaje es ese jardín que verdea en el alma, donde los pasos de un chico soñador vuelven a ser tus pasos, y el verde perfumado de mi vestido, el único talismán para desbaratar los maleficios.

 

                                                                                                                    Inés Tropea

 

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