miércoles, 4 de julio de 2018

Reflexiones.

En el puente del aire, la espuma de la sangre dejando va dejando una huella, ese rastro bordado en la misma cintura que los peces. Sólo queda, después, una porción de harina, domesticada por los dientes del molino, memoria de los panes en las mesas.

¿Adónde va la luz sin el espejo? El viento siempre sopla menos cuando le doy la espalda. Golpea como un hombre llamándome en el hombro. Pero pasa. No se detiene en mí, no se demora en prometerme nada.

A veces me pregunto de qué lado queda la historia cuando uno nace a medias, crecido entre las cruces de los muertos de nadie, esos que no tuvieron tiempo de escribir una página. Dónde quedará el ayer si no lo llevo escrito en la piel ni marcado en la frente como un beso de padre. Dónde están los asesinos, los que robaron nombres y fechas. ¿Qué perros les siguieron el rastro para desbaratarles la guarida?

Trago la última gota de vino que me queda, porque nadie viene detrás de mí, para invitarlo. Todos llegaron antes.

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