domingo, 29 de octubre de 2023

 

ANTES DE LA GUERRA

 

   Quiero darte mi saludo hoy, ahora, porque tal vez mañana sea tarde…

   No sé cómo será mañana, cuando el cielo se estremezca como un pañuelo ensangrentado y las águilas negras sucumban ante un puñado de monedas.

   No sé cómo será mañana, cuando en otro lugar, al lado mío, el abrazo sea un manojo de manos chamuscadas, de ojos que no volverán a mirar nunca, de corazones carroñados por los buitres.

   No sé cómo será mañana, cuando en el vasto mapa del continente del mundo, una provincia sea arrasada como papel quemado en el nombre de dios; no sé cuándo cesará de arder, en qué otra latitud volverán ceniza el trigo, morderán el agua hasta convertirla en sangre o aplastarán las catedrales para construir los sepulcros.

   No sé cómo será mi mañana ni el tuyo. Porque aunque los pájaros sigan cantando en las retamas y las hormigas permanezcan pertinaces en los helechos hasta desaparecerlos, sé que no habrá cielo que alcance para disimular el holocausto; sé que el olor a MUERTE  se nos quedará metido en las narices mezclado con el de los jazmines, y que ya nunca sabremos cómo huelen los jazmines.

   Por eso quiero darte mi saludo hoy, que todavía queda tiempo para los saludos, antes de trajinar en las trincheras, antes de que los gritos sobrevivan a los cantos y la esperanza agonice como una mariposa en el invierno.

   Te saludo Hoy, ahora, porque no sé si otro día seré esta que soy y tampoco sé quién serás mañana, cuando el mundo conozca lo que hace tanto tiempo sabemos de memoria y no supimos, no pudimos, no quisimos detener a tiempo.

INES TROPEA

lunes, 24 de julio de 2023

 

Itinerario

 

El horizonte se ha caído.

   Permanece

        esperando que me hunda en la línea

                 por debajo del cielo.

No hay sombra.

La sombra es mi estatura.

Aquí no me detengo.

   Parto a otras ciudades donde los domicilios

                     esperan que los abra.

Parto para quedarme sin paciencia.

   Quieta.

             como los sauces cuando el viento se cansa.

 


Mi barrio y yo.

 

Arde América. Los patíbulos enhiestos en cada esquina del continente, armados con las biblias apócrifas y los huesos de los leprosarios, encienden  una sinfonía multicolor de sangre joven. Mientras tanto, el viejo continente se sacude entre gritos proféticos de holocaustos venideros y en los desfiles se avizoran banderas piratas robadas de los museos coloniales.

 La naturaleza, en tanto, promete horrores de maremotos y sequías mas allá de los deshielos polares y la polución imperdonable de los asesinos silenciosos.

Aquí, a nuestro lado, un niño padece malaria, se muere por la hambruna o infectado por las pústulas de la mugre. Y un anciano llora.

Sin embargo,  el pequeño rectángulo de mi pueblo parece sólo conmoverse por el andar cansino de mi perro que no llega tan lejos para dejar sus heces, o por la brizna de pasto de mi jardín que el viento arrebola por el aire y reparte tenazmente en las otras veredas o por el ruido de mi puerta  cuando la abro, amorosamente, para darle cabida a alguien más.

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