sábado, 16 de octubre de 2010

Osvaldo Milano Arrieta: La Casa del Poeta 30-XI-98





                                                     
                                            
                                                       JUAN ALBAÑIL

   ¿Cómo dibujar la línea del horizonte de manera de alinearla a ras de los dinteles, para que las ventanas miren hacia afuera, más afuera de las calles y los edificios, distante de las marquesinas y las vidrieras?
   ¿Cómo plantar paredes cosidas desde abajo, que puedan crecer como los  árboles hasta el friso del cielo, y desde allí, avanzar a la vez hacia adelante como si fueran espigones de pájaros?
   ¿Cómo plantar un techo que no tenga estatura, que se abra igual que una boca sorprendida y permita que el júbilo se encuentre con el alma?
   ¿Cómo dejar rincones blandos para los cuerpos, mesas tendidas para el pan de la vida, umbrales para el canto de las manos y el verso; cómo dejar abierta la puerta y encender los relojes con el día de adentro?  
   Juan Albañil puso la frente en ascuas, y mirando la sombra de sus sueños que iban caminando a sus espaldas, dijo: Aquí tengo la casa. Cavaré de nuevo los cimientos en medio de mi infancia, haré una biblioteca en donde estaba el patio, y en la mesa tendida de todos los domingos clavaré las maderas para que nazcan teatro. Pondré ventanas largas que miren para afuera y colgaré un espejo de viento en cada estatua. Colocaré una silla para que otro la ocupe , y dejaré lugar para los pájaros. Cuando llegue la primera mañana, abriré las puertas para que entren todos.
   Juan Albañil, a veces, lleva su nombre al cuarto; lo desviste y lo baña, lo acuna entre los brazos para que se desnude de todo su cansancio. Vela su nombre mientras el sueño lo embriaga, lo arropa con palabras y lo deja durmiendo entre las sábanas. Entonces, toma su otro nombre, se calza las palabras que lo llaman  y sale a ser Osvaldo Milano, hasta mañana.

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