lunes, 16 de junio de 2014

La noche más noche.





  No te pongo nombre. No sé si estás bautizada por mi reconocimiento o si sos una anónima compañera de soledad, una desconocida que, cualquier día de éstos, saldrá a la calle a estrellarse, igual que yo, contra la transparencia de las claraboyas, esas ventanitas que vomitan luz como si de verdad hubiese claridad afuera. Te escribo esta noche porque no amanece  ¿sabés?   Estalla el cielo sacudiendo las sábanas del aire. El tiempo es un pasillo que da a ninguna parte. Y no amanece. Hay sol en la ventana. Y pájaros. Pájaros que saludan al viento; obleas emplumadas sucediendo apenas un instante en la ventana de sol, ese que está remontado en el cielo sin errores de cálculo. Pero nada. No amanece.
   Algún que otro grillo mastica silencio con su dentellada metálica, saludando al calor que se trepa por las veredas y las paredes rugosas de los árboles. La sombra cae en picada sobre los techos. Sucede el mediodía como un asaltante de relojes. Y nada… No amanece.
 Voy de crepúsculo en crepúsculo, con la sangre detenida en la noche. El ojo crece y tiene la pupila vigilante, mordida entre el párpado y el sueño.

   Estalla el cielo sacudiendo las sábanas del aire. El tiempo es un pasillo que da a ninguna parte. Y no amanece.

Vistas de página en total

si pasas por este sitio, me gustaria saber tu opinión