lunes, 4 de octubre de 2010

Perfume. Poema

Tu perfume fue el último en salir de la casa.
   Ninguna pisada se detuvo.
   Tu mano fue un ademán de pájaro de afuera.
         Después se fue tu espalda
         afiche del abrazo que nunca me miraba.
Tu frente
 tu solapa
 eran ya la intemperie más allá  de la puerta
 rozando los jardines.
Tu sonrisa recortó las veredas cuando te estabas yendo.
 Sólo tu perfume se detuvo aquí adentro.
       Pensó antes de irse.
       Se enredó en las cortinas.
       Rozó apenas mi última mejilla
                                            y la manzana mordida de mi enagua.
La copa de la siesta
         se sirvió una cigarra
                   cuando tu cuerpo
                   era ya una ventana cerrada en la distancia.
Tu perfume
         bebió la crocante cadencia
                  se puso de costado
                  y sucumbió en el segundo ojal de mi camisa.

Se fue por mitades. De a poco.
   Después me quedé sola.

Arañita García. 1º Premio Alto Comisionado De las Naciones Unidas


García. Cuarta en la lista: Albacete, Barrios, Colozzi y García. Margarita García. Ojos de laucha flaca perdiéndose en la selva de pelo enmarañado, negro como la noche, que salía de los cauces y llenaba la frente de flequillo azabache. Margarita García. “la arañita peluda” le decía los chicos, y ella se enfurecía.
   Se sentaba adelante de Alejandra, que aprovechaba la nube renegrida de motas para pasarle papelitos a Juancho, un muchachito alto que siempre estaba en babia.
   Margarita García, “la arañita”… Usted dirá: ¿qué tiene de importante ese nombre , si ahí nomás, los García llenan todos los barrios?…Sí, pero no se apure, deje que se lo cuente.
   Una mañana de esas que llueve hasta los ojos y retumban los truenos como gritos de brujos, dieron las ocho y nada, no había llegado nadie. La escuela parecía hundirse entre la lluvia, el camino era un plato de chocolate blando y ni un chico asomaba por ninguna vereda.
   Como a las ocho y cuarto, aparece la nena con el pelo empapado, chorreándole en la cara, y pregunta si hay clases, y le contesto –claro-. Y se sienta en el banco que parece más seco, esquivando goteras que caen como sapos.
   Como estábamos solas, le pregunto y me cuenta: que tiene seis hermanos, que la madre trabaja de enfermera de noche y que plancha para algunas patronas. Que el padre estuvo preso pero ahora es sereno y duerme todo el día porque llega borracho. Que el hermano más grande anda siempre en la esquina y le pega a la madre para sacarle plata, y que ella tiene miedo de que otra noche de esas, cuando todos se duerman, se le meta en la cama y… Baja los ojos negros como dos golondrinas y se queda callada.
   Margarita García tiene ojitos de laucha. Se le gastó la infancia antes de que empezara, y le crecen fantasmas en el cuerpo de niña que no tiene esperanzas.
   Por eso, cuando supe que vinieron anoche, que cuatro patrulleros entraron a “La Cava”, que rodearon la esquina de la casa de ella y que se la llevaron, sin preguntarle nada…¿qué quiere que le diga?, yo supe que “arañita”, la del pelo madeja de virulana negra, la del flequillo largo tapándole la cara; Margarita García, apodada “la araña”, había perdido el rumbo cualquier tarde de esas, y había pagado el precio que pagan los que pagan.

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