domingo, 29 de septiembre de 2024

 

Memoria de barrio

 

Con la piel empedrada de semáforos,

veredas de baldosas desparejas                   

y un baldío en la puerta de la sangre,

hay un barrio en la sombra de mis cejas.

 

Un largo territorio de malvones

dibujado en el mapa de mis venas,

una caricia verde que asomaba

la cintura marrón de las macetas.

 

Una mágica selva de naranjos

crecía por los dedos de los patios

y las brevas abiertas de la higuera

colgaban como labios azulados.

 

 Con la piel empedrada de semáforos,

veredas de baldosas desparejas                   

y un baldío en la puerta de la sangre,

hay un barrio en la sombra de mis cejas

 

Cuando los barriletes del domingo

se escapaban vestidos de bandada,

el cielo estaba quieto en la rayuela,

pero se sacudía en las ventanas.

 

Los tilos eran sombra en las veredas,

caricias de las siestas en la esquina.

El sol era un panal cocido en fuego,

una naranja grande y amarilla.

 

Con la piel empedrada de semáforos,

veredas de baldosas desparejas                   

y un baldío en la puerta de la sangre,

hay un barrio en la sombra de mis cejas

 

                                   INES TROPEA

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