Memoria de barrio
Con la piel empedrada de semáforos,
veredas de baldosas desparejas
y un baldío en la puerta de la sangre,
hay un barrio en la sombra de mis
cejas.
Un largo
territorio de malvones
dibujado
en el mapa de mis venas,
una
caricia verde que asomaba
la
cintura marrón de las macetas.
Una
mágica selva de naranjos
crecía
por los dedos de los patios
y las
brevas abiertas de la higuera
colgaban
como labios azulados.
Con la
piel empedrada de semáforos,
veredas de baldosas desparejas
y un baldío en la puerta de la sangre,
hay un barrio en la sombra de mis cejas
Cuando
los barriletes del domingo
se escapaban
vestidos de bandada,
el cielo
estaba quieto en la rayuela,
pero se
sacudía en las ventanas.
Los
tilos eran sombra en las veredas,
caricias
de las siestas en la esquina.
El sol
era un panal cocido en fuego,
una
naranja grande y amarilla.
Con la piel empedrada de semáforos,
veredas de baldosas desparejas
y un baldío en la puerta de la sangre,
hay un barrio en la sombra de mis cejas
INES TROPEA
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