Se me murió. Claro que era mío! Si le inventé un destino y le pinté una estrella. Le cargué los bolsillos con algunos naufragios -mensaje en la botella como un pez panza arriba- y lo puse en la vida para que fracasara.
Me traicionó sin tregua. Me mintió cada hora. Me dolió como duelen los fracasos de uno y un día, cualquier día, se me murió de golpe sin preguntarme nada.
Y me dejó quebrada, sin saber cómo andar sin fracaso, con un pie en el abismo.